Sentir Que Duele

 

Pareciera que vivimos en la era del positivismo. Entras en facebook y casi todo son mensajes positivo: tu puedes, tu lo vas a conseguir, todo depende de ti… Vas a tomar un café y encuentras un tanto de lo mismo en el sobrecito del azúcar. De repente hay 40 personas que se han convertido en Coach, y saben perfectamente lo que tú necesitas para ser feliz, para alcanzar tus sueños, en definitiva para conseguir todo lo que deseas.

Tener una actitud positiva frente a la vida, es sano, y nos ayuda en muchas ocasiones a enfocarnos en las soluciones, a pedir apoyo, a focalizarnos en los recursos que tenemos para seguir en el camino de lo que anhelamos, bien sean anhelos personales o profesionales.

Pero, ¿quién puede ahorrarnos el dolor? el dolor de una pérdida (Muerte, divorcio, cambio de residencia, mascota…) El dolor de una falta de respeto, de una decepción, de un cambio vital..

Sentir el dolor, nos permite conectar con la emoción que los acontecimientos suscitan en nuestro interior. Nos permite conectar con lo más profundo de nuestro ser, bajar a las profundidades, y conocernos. A veces duele, ver la propia sombra, en principio, no es plato de buen gusto, más bien resulta un amargo bocado. Pero cuando con valentía nos atrevemos a mirarnos, podemos ser auténticos. Auténticos con nosotros mismos, y con nuestra vida. Con nuestro destino.

Es entonces, cuando podemos emerger de  las profundidades transformados, así como el gusano, vuela alto convertido en  mariposa, después de haber estado un tiempo dentro del huevo. Mirar el dolor, sería encontrar un ratito, para meterme dentro de mí, y mirarme, conocerme, y abrazarme, abrazar la vivencia, rendirme a la experiencia, abandonando la lucha por la utopía de estar siempre bien.

Querer estar siempre feliz, o creer que podemos contra todo, me parece de una exigencia desbordante.

La naturaleza está en equilibrio cuando integra las infinitas polaridades que la conforman. Día y noche, verano e invierno, frío y calor, lluvia y sequía… Si esto no está en equilibrio, sabemos que sufrimos consecuencias.  Los seres humanos formamos parte de este ciclo natural de polaridades, que pueden estar en equilibrio.  Así como después del verano llega el otoño, y nos acomodamos a  aquellos cambios que nos brinda esta estación,  así, después del dolor , si lo dejamos pasar como dejamos que pase el verano, viene la calma, la serenidad, hay un cambio, una transformación. Ya no eres la misma persona, porque en  el tiempo en que te has permitido navegar a tus profundidades a ratitos, te has conocido, has descubierto partes de ti que ni imaginabas.

Sentir el dolor, la tristeza, es para mí, una de las experiencias que más me reconforta desde que me lo permito.  Desde que me permito sentirlo, mirarme, pararme, respirar, y escucharme, siento que es parte del proceso de mi vida, y que no podría seguir creciendo, si no fuese de esta forma. Porque cada vez que me escucho, cada vez que me miro, me reconozco, me valido, me estoy atendiendo, me estoy realmente transmitiendo, que yo merezco ser tratada con amor. Somos la única persona en el mundo que podemos acompañarnos en todos los momentos.

Es entonces cuando puedo realmente caminar hacia mi bienestar, liberada, sin cargas, limpia, reciclada… Transformada. Y es entonces, cuando el cambio, deviene real, honesto… De otra forma, creo , solo es un parche, una nueva pastilla virtual, para no mirarnos hacia dentro, para no conocernos, y para no conectar con aquello que nos duele.

Tenemos la falsa creencia, de que si no lo sentimos, no existe. Y se queda encarnado en nuestro cuerpo. En caras tristes, ceños fruncidos, espaldas encorvadas, caderas bloqueadas, hombros atascados… Pechos contraídos, dolores…

Así, que te invito a mirarte, a tomarte un tiempo para cuidarte y atenderte.

Querría transmitir también la diferencia que encuentro entre el dolor y el sufrimiento.

El dolor, pasa, cuando lo atendemos, así como la herida de un corte se cura cuando la cuidamos con ungüentos.

El sufrimiento, es el resultado de evitar el color, de no desinfectar la herida, que con el tiempo, cada vez  va doliendo más, hasta que al final, ya casi ni la notamos, pero está. Y si miramos donde estaba el corte, seguiremos viendo la herida infectada. Y seguirá molestándonos hasta que decidamos mirarla de verdad, y empezar a sanarla.

Así, creo importante ayudar a los niños a crear esta capacidad de mirarse y cuidarse emocionalmente desde pequeños. Ayudarlos a no temer a ninguna emoción, y acompañarlos, abrazarlos en el tránsito de cada una.

 

 

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